
Iglesia y Catacumbas de San Francisco
Historia:
Se construyó en 1536 la fachada de la iglesia es severa, dentro de los cánones renacentistas del neoclasicismo grecorromano. De sus dos cuerpos, el primero tiene un orden de columnas dóricas asentadas sobre sólidas bases que se confunden con el zócalo; el superior tiene columnas -un cuarto más pequeñas jónicas. Apenas hay decoración: sólo el cordón franciscano que envuelve, como moldura, el gran ventanal de encima de la puerta principal; las estatuas de San Pedro y San Pablo, a uno y otro lado de la misma ventana y más arriba un Cristo, todo en piedras de bella factura.
Al entrar en la iglesia se queda debajo del nártex, de cielo raso bajo adornado por pequeñas telas pintadas, enmarcadas y rodeadas por alegre conjunto ornamental de caras de ángeles y flores, todo de, gusto italianizante. La nave central es alta y el crucero, justamente celebrado, se sostiene sobre cuatro arcos torales. De lado y lado tiene capillas con hermosos retablos. El retablo del altar mayor, poblado de estatuas, da vuelta al presbiterio en redondo. El artesonado de la gran nave fue de lacería mudéjar hasta cuando el terremoto de 1755 obligó a sustituirlo por el actual. Cómo fuese la lacería mudéjar puede verse aún en la cúpula del crucero.
La cantidad de joyas artísticas que guardan la iglesia y el convento franciscano las del convento ordenadas ahora en museo- requeriría guía particular muy detallada. De especial belleza y magnitud son el retablo de San Antonio de Padua, del más depurado estilo neoclásico, que guarda en la parte superior, bajo espléndido dosel, una de las obras maestras del genial Caspicara, el grupo de la asunción de la Virgen ante los asombrados ojos de los apóstoles y, al frente, en el otro brazo del crucero, el retablo adornado con placas de plata repujada, que tiene como centro una prodigiosa talla de San Francisco con alas de plata, también de Caspicara. (InQuito, 2013)
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Personajes importantes del lugar:
La construcción de templo y convento la comenzó fray Jodoco Ricke, a poco tiempo de fundada la ciudad, en 1536
Fray Francisco Benítez, asumió la obra en el último cuarto del siglo XVI y la remató en 1605
Fray Antonio Rodríguez, natural de Quito, y gran arquitecto que floreció a mediados del siglo XVII, como autor que fue de una gran parte del convento y de otra joya de la arquitectura colonial quiteña: el templo de Santa Clara.
Se conserva también, entre los papeles del archivo del convento, una memoria manuscrita de 1632 en la que se habla de Jorge de la Cruz y su hijo Francisco
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Leyenda:
Cantuña
Este indio, llamado Cantuña, tenia mucho poder sobre los demás indígenas de la región.
Aprovechando esto se comprometió a construir un hermoso y gran atrio para la Iglesia de San Francisco, pero su compromiso con la iglesia fue hacerlo en seis meses, caso contrario no cobraría nada.
El trabajo no era tan fácil, porque tenía que traer los bloques de piedra desde una cantera lejana y aunque los indios se esforzaban, era muy trabajoso cortar los bloques y formar los cuadrados para el atrio y colocarlos.
Cuando el tiempo de entrega de la obra estaba a punto de terminar, Cantuña se hallaba desesperado, y ofrecía entregar lo que sea a quien le ayudase a terminar el atrio, que apenas estaba iniciado.
Sus ofrecimientos llegaron a oídos del demonio, y aprovechando la situación se presentó y le ofreció terminar el atrio esa misma noche, siempre y cuando Cantuña le entregara su alma como pago. Cantuña aceptó, y miles de pequeños diablillos empezaron a trabajar en cuanto la obscuridad cayó en la ciudad.
De pronto Cantuña se dio cuenta de la rapidez con que trabajaban y que su alma estaría destinada a sufrir castigos por toda la eternidad, así que decidió retar al demonio. Cantuña se alejó a una esquina y tomó una piedra, en ella escribió en latín: "Aquel que tome esta piedra y la coloque en su lugar, reconocerá que existe un solo Dios y que está por sobre todas las criaturas del universo".
Cuando el atrio estaba a punto de ser terminado el mismo diablo quiso poner la última piedra, pero al leer lo que esta contenía no pudo hacerlo y así rompió su pacto.
Cantuña guardó la piedra para siempre y nadie pudo completar la obra.
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